
Se dice que Guadix es para los humanos un cruce de caminos, un lugar de encuentro. También lo es para el lagarto ocelado.
El lagarto ocelado (Timon lepidus o Lacerta lepida, que aún están por aclararse los herpetólogos) es el mayor saurio de la península ibérica, llegando a alcanzar los 90 cm de longitud[descubre más cosas sobre el lagarto ocelado].
Aún frecuente, pero cada vez más escaso, el lagarto ocelado es de color verde en casi toda la península ibérica. Los jóvenes tienen en los costados unas manchas (ocelos) de color azul cielo rodeados de una orla negra. Su aspecto es tan espectacular que los ingleses lo llaman jewelled lizard (lagarto enjoyado). Al crecer, los ocelos se difuminan, y el cuerpo de muchos adultos acaba siendo verde con un moteado negro irregular.
Sin embargo, en las provincias de Almería, Murcia y parte de la de Granada, el lagarto ocelado es un poco extraño. El color verde y las orlas y motas negras desaparecen, sustituido por tonos pardos o grisáceos. Como este cambio de color sólo ocurre en una zona muy concreta, y afecta a todos los ejemplares que viven en ella, los zoólogos pensaron que se trataba de una subespecie diferente, el “lagarto ocelado de Sierra Nevada” (Timon lepidus nevadensis).

En los últimos años, la forma de definir lo que es una especie o una subespecie ha cambiado mucho. Los zoólogos ya no nos fiamos de los colores, sino del ADN. Así, basta con capturar un lagarto ocelado, cortarle un trocito minúsculo de la cola que despues podremos llevar al laboratorio para extraer el ADN y compararlo con el de otros ejemplares y saber el grado de parentesco entre ellos, definir grupos diferenciados y ver si se mezclan. Para esto último hacemos una especie de prueba de paternidad, determinando hasta qué punto los machos de un grupo se aparean y tienen descendencia con las hembras de otro. Si ambos grupos pertenecen a la misma especie, estos cruces producen crías fértiles que a su vez pueden reproducirse con los de los grupos a los que pertenecían sus padres, y el límite entre los grupos se irá diluyendo cada vez más y será fácil encontrar animales que tengan ADN de ambos. Pero si son de especies distintas, no podrán dar descendientes fértiles (como ocurre entre burros y yeguas), no aparecerán o serán muy raros los ejemplares mezclados y el límite entre los grupos será muy claro.
En el caso del lagarto ocelado es interesante ver si los ejemplares “verdes” y los “pardos/grises” se reproducían entre sí (sólo son subespecies) o no (son especies distintas). Para estudiar este misterio, un grupo de biólogos del CSIC (España) y de las universidades de East Anglia (Reino Unido), Lisboa (Portugal) y Helsinki (Finlandia) pasó el año 2007 recogiendo muestras de ejemplares de los dos grupos de lagartos ocelados. Como el límite entre ambos pasa más o menos por la comarca de Guadix, muchas de las muestras se recogieron en el valle del río Fardes, cerro Mencal y la sierra de Baza.
Los resultados, publicados en 2012 [descárgate este trabajo aquí] demostraron que los lagartos ocelados de la sierra de Baza eran indudablemente parientes cercanos de los de otras poblaciones de “pardos/grises” (sierra de Filabres, Cabo de Gata) y se diferenciaban de los “verdes” del Fardes y el Mencal, que a su vez eran parientes de los de Sierra Morena y las sierras de Mágina y Cazorla-Segura. Además, los ADN de ambos grupos eran casi puros, con influencia mínima del otro, demostrándose que prácticamente no se reproducían entre sí y que podrían ser especies distintas.

Estas diferencias podrían haber surgido durante las glaciaciones, cuando el clima de la depresión de Guadix-Baza y las sierras que la rodean pudo ser demasiado frío para el lagarto ocelado y sobrevivió sólo en las tierras bajas de Almería-Murcia por un lado y valle del Guadalquivir-Extremadura por otro, haciéndose cada vez más diferentes. Cuando el clima mejoró hace unos 10000 años, los lagartos ocelados “verdes” y “pardo/grises” invadieron las tierras altas y acabaron encontrándose en algún lugar entre el valle del Fardes y la sierra de Baza. Quizá ya no se reconocen como miembros de la misma especie, o viven en hábitats tan diferentes que es muy raro que se encuentren entre sí. El caso es que los llanos de Hernán-Valle y las cárcavas de Fonelas son una frontera, un lugar de encuentro (o desencuentro) entre los lagartos.