
Durante más de 2000 años, los hornos de cal han producido cal viva para construir los edificios que han ido superponiéndose para dar lugar a la ciudad de Guadix.
La cal se produce a partir de rocas compuestas por carbonato cálcico (CaCO3). La presencia de este compuesto tiene dos orígenes. El que podríamos llamar “primario” se debe a que ciertos organismos son capaces de mezclar gas carbónico (CO2) con los iones de calcio disueltos en el agua formando el carbonato cálcico. Algunos de ellos, como foraminíferos y algas calcáreas microscópicas, viven por millones en las aguas marinas y al morir dejan caer al fondo sus conchas, que se acumulan para formar rocas calizas o dolomíticas.

La erosión puede transportar los carbonatos hasta acumularlos en nuevos depósitos sedimentarios en los que se forman nuevas rocas que podríamos llamar “secundarias”. Estas pueden aparecer en torno a fuentes de descargan aguas que han estado en contacto con las calizas o dolomías y disuelven el carbonato cálcico para después volver a cristalizarlo sobre los tallos de las plantas o la superficie de las rocas formando tobas. En otros casos se forman en suelos ricos en rocas calcáreas y sometidos a climas áridos o semiáridos. En estas condiciones, el agua que se infiltra en el suelo disuelve el carbonato cálcico y lo vuelve a depositar cuando se evapora. Como esto suele producirse siempre a una determinada profundidad dentro del perfil del suelo, se forma capas finas que finalmente pueden generar costras muy gruesas de un material que se denomina caliche.
La cal (óxido cálcico, CaO) se obtiene calentando a 900ºC el carbonato cálcico para que se libere una molécula de anhídrido carbónico (CO2) a través de la siguiente reacción
CaCO3 + calor = CaO + CO2
Con esto obtenemos la cal viva, que antes de usarse debe “apagarse” mezclándola con agua para formar la cal apagada [o hidróxido cálcico, Ca(OH)2]
CaO + H2O = Ca(OH)2 + calor
La cal ha tenido usos múltiples, desde la potabilización del agua hasta la desecación de terrenos húmedos, pero el más importante ha sido la construcción. Si se mezcla con agua y arena forma una argamasa que puede utilizarse para unir bloques de piedra o ladrillos o, si se vierte en grandes moldes cuadrangulares siguiendo el método del encofrado, tapial o tabyya, permite crear grandes bloques macizos que, superpuestos, pueden constituir la mayor parte o la integridad de los muros.

La caliza puede cocerse también mezclada con arcilla para dar lugar a la puzolana y el cemento. Este último comenzó a ser usado por los romanos como base de muchas de sus construcciones (opus caementicium), y es también muy útil porque puede fraguar en ausencia de aire (cales hidráulicas) y tiene propiedades impermeabilizantes, por lo que ha sido muy usado para enfoscar la superficie interior de depósitos de agua y aljibes.
En la ciudad de Guadix, la práctica totalidad de los edificios antiguos están construidos en gran medida con cal. Los ejemplos más espectaculares aparecen en dos de los mayores edificios accitanos: el teatro romano y la alcazaba. En el primero, la base del frente escénico (scenae frons) es una gran masa de opus caementicium que en su origen estuvo cubierta de grandes bloques de piedra tallada. En la alcazaba, la mayor parte de sus murallas y torres se construyeron con encofrados que aún pueden verse fácilmente.



El uso de la cal se extendió también a las viviendas particulares, tanto en su estructura como en su mantenimiento. En cuanto a este último, hasta hace pocos años era casi un ritual ineludible el blanquedao de las paredes exteriores con sus cenefas de color gris pizarra o almagra.

En suma, en los últimos 2000 años se han podido usar en Guadix cientos de toneladas de cal, pero ¿de dónde se sacaba?, ¿cómo se producía?….
Lo cierto es que en el entorno de Guadix, las rocas carbonatadas son muy abundantes. Las que llamábamos “primarias” aparecen esencialmente como calizas y dolomías en las sierras que lo rodean (La Peza, Baza y Arana), mientras que las “secundarias” más frecuentes son los caliches que cubren buena parte de los llanos de Charches, Hernán-Valle, Gor, El Baúl y Darro.


Para aprovechar este recurso se construyeron decenas de caleras u hornos de cal. Su estructura básica es una cámara generalmente cilíndrica abierta por arriba y con otra apertura lateral a modo de puerta que permitía introducir la materia prima (roca y combustible) y sacar la cal viva una vez cocida.
A partir de esta estructura básica encontramos tres variantes. La primera, que denominaremos “caleras de llano” se construía en los llanos y las cercanías de la sierra de Baza. El horno se edificaba con piedra seca o fijada con argamasa (sobre todo en su superficie interior) y extendía hacia afuera contrafuertes que aseguraban la estabilidad del conjunto. El segundo tipo, que denominaremos “caleras de ladera” se construía en vertientes cercanas a los llanos de los que se extraía el caliche. Al estar en una ladera era posible obtener el cilindro excavándolo en la arcilla, aunque después se enfoscaba en su interior con argamasa y, a veces, se coronaba con varias líneas de piedras también unidas con argamasa para coronar el reborde del cilindro. El tercer tipo, la “calera industrial” puede ser una variante moderna de las caleras de llano, construidas con mejores materiales y técnicas, o formando ya estructuras industriales que se parecen poco a las tradicionales. Se concentran en torno a la estación de ferrocarril de Guadix o en puntos cercanos a vías de comunicación que permitían llegar hasta ella fácilmente (por ejemplo en Alcudia de Guadix).



Existen varias publicaciones para conocer mejor como funcionaban las caleras. Consumían mucho combustible, y seguramente contribuyeron a destruir los matorrales y bosques que aún cubrían buena parte del llano en el siglo XVI. Cada “hornada” de cal necesitaba 130 cargas de burro o 7 carros de leña o, dicho de forma más técnica, 1,66 m3 de leña de encina o 50 m3 de retama. En las caleras industriales que funcionaban junto a la estación de Guadix se usaba esencialmente leña de retama que era recolectada en los llanos, y en la de Alcudia de Guadix aún pueden verse restos de retama carbonizada entre las capas de cal del entorno.

Desde que las caleras industriales de la estación de Guadix dejaron de funcionar en la década de 1970 no se ha vuelto a hornear cal en la comarca de Guadix, y los que alguna vez trabajaron en las caleras han ido muriendo llevándose con ellos todo lo que sabían sobre su funcionamiento. Por suerte, en otras zonas de España la gente se ha preocupado por reunir a tiempo a “comités de expertos” para evitar que esta sabiduría se perdiera sin remedio. Uno de los mejores resultados se ha obtenido con este maravilloso documento de Orgáz (Toledo).